I. LA POSICIÓN DE LA CONCIENCIA
La conciencia es la parte más evidente del espíritu humano. El espíritu humano incluye también otras dos partes, a saber, la intuición y la comunión. Por lo general, estas dos últimas facultades son poco conocidas por el hombre caído. Sin embargo, la conciencia aún manifiesta su función, pero sólo hasta cierto grado. En las personas salvas, tanto la intuición como la comunión han reasumido sus respectivas funciones. No obstante, la función más marcada del espíritu sigue siendo la conciencia. Puesto que la conciencia es la parte más evidente, es también la parte más importante del espíritu. En el capítulo sobre el espíritu de la oración, indicamos que un hombre que desea orar, debe estar en su espíritu, y que su espíritu debe estar bien ejercitado. Pero a fin de ejercitar su espíritu, primero debe ejercitar su conciencia. A menos que el hombre haya tomado las medidas apropiadas con respecto a su conciencia, su espíritu será ineficaz ante Dios. Si la conciencia es inadecuada, el espíritu dejará de funcionar y se debilitará. Por tanto, podemos ver que la conciencia tiene una posición muy importante en nosotros.
Aunque ciertamente la conciencia es una parte importante de nuestro espíritu, no es nuestro ego. Nuestra personalidad, nuestro ego, es el alma. El alma con sus diversas facultades es el factor gobernante de nuestras acciones, esto es, nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones. En cuanto a nuestras acciones, el factor gobernante es el alma con sus diversos órganos y no la conciencia. En un sentido figurado, la conciencia sería equivalente al Yuan de Control (una de las cinco ramas principales del gobierno chino), mientras que las diferentes partes del alma serían como el Yuan Legislativo. Es la responsabilidad de la conciencia regular todas las actividades del alma. La conciencia no aboga, entiende ni desea, sino que regula o vigila. Si hacemos algo correcto o incorrecto; si somos aceptables ante Dios o no; si nuestros pensamientos están en las tinieblas o en la luz; si nuestros sentimientos son apropiados o inapropiados, y si nuestro juicio es agradable a Dios o no, todos estos asuntos están bajo la supervisión e inspección de la conciencia. Si nuestros pensamientos son aceptables ante Dios, la conciencia dirá que sí; y en caso contrario, dirá que no. Si nuestras preferencias son agradables ante Dios, la conciencia aprobará; si no, desaprobará. Si nuestras decisiones o elecciones le agradan a Él, la conciencia dirá amen; de otra manera, se opondrá.
Los puntos antes mencionados definen la posición de la conciencia. La conciencia es la parte principal, la parte más evidente del espíritu. Y aunque no es el órgano que rige al ego, sí es el órgano que supervisa y vigila las diferentes partes del alma.
(Lecciones acerca de la oración, capítulo 9, por Witness Lee)